El
pórtico del misterio de la segunda virtud
Lo
que me admira, dice Dios,
es la esperanza.
Y no me retracto.
Esa pequeña esperanza que parece
de nada.
Esa niñita esperanza.
Inmortal.
Porque mis tres virtudes,
dice Dios.
Las tres virtudes, criaturas mías.
Niñas hijas mías.
Son también
como mis otras criaturas.
De la raza de los hombres.
La Caridad es una Madre.
Una madre ardiente, toda corazón.
O una hermana mayor
que es como una madre.
La Esperanza
es una niñita de nada.
Que vino al mundo el día de Navidad del año pasado.
Que juega todavía
con el bueno de Enero.
Con sus pequeños pinos
de madera de Alemania cubiertos
de escarcha pintada.
Y con su buey y su asno
de madera de Alemania. Pintados.
Y con su pesebre lleno de paja
que los animales no comen.
Porque son de madera.
Pero esa niñita
atravesará los mundos.
Esa niñita de nada.
Sola, llevando a las otras,
atravesará los mundos concluidos.
Una llama traspasará
las tinieblas eternas.
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