Naufragio en Gláphyras
I
Si tu
mano delgada, copo de nieve ardiendo
entrara
por mi ropa, desenlazara urgente todo artificio y nuevo
fruto
fuera mi carne para tu mano y flecha
tu
lengua en mi costado
Si tan
sólo tus ojos
dijeran
barco, anuncio
nube al
borde del cielo, sargazo en la marea
volvería
en caracol para sonar las playas
que no
ves
volvería
como
espuma en la orilla
alimento
de nácar que se oye sin hablar
Si tu
mano, tus ojos
el agua
que golpea en el muelle lejano
me
tomara mirando como a un tierno molusco
y ya
lejos la concha
su
pulpa amedrentada en tus dientes saciando
su
litigio de espera
Si tus
ojos
tu mano
racimo
de ciruelos
tensada
la correa de mi barca en la dársena
al
vaivén de tus horas
para
subir a bordo
Si yo
fuera tu pulso
la
vista que aguzada coloca el horizonte
a tus
pies, si yo fuera
en la
serena gavia
el de
la voz en cuello:
“¡Tierra
a la vista, tierra! Hemos llegado, al fin.”
II
Entro
en tu cuerpo, acoso de hierba maldecida
lamo
previo el deseo, de saberte intocada
de
predecir ansioso el néctar de tu cuello.
Soy yo
el que te persigue en la profunda fronda
sin
ojos y sin manos.
El que
se sabe bestia de hirsuta pelambrera
que
ácida orina marca su territorio infecto.
Quisiera
darte flores y te doy un bramido.
Y tú la
delicada
la
imperceptible sombra
la
esbelta flor de flores que perfuma a su paso
el aire
descuidado
¡Qué
peligro mis dedos para tu tallo dulce!
Voy
abriendo veredas en el boscoso espino
que ha
tundido mi cuerpo.
Deja
señas mi sangre en las enhiestas púas
mi
costado conserva estigmas de su ardor.
Yo soy
el que penetra
el que
excava, el que muerde
y cómo
lo lamento.
III
Así
como después
de
andar en círculos
cortando
el aire
el
pelícano
se
resuelve sobre el agua
He
venido hasta ti
sin
conseguirte
Incrustado
el pico
en el
denso mar
de tus
dudas
Apenas
si he rozado
tu
escama fulgurante
Y tú
que habías nacido
para
ser devorada
te das
al pez más grande
al más
cercano
Sin
sorpresa
casi
otorgando la aleta a la mandíbula
Yo
vuelvo a alzar el vuelo
y mis
ojos se pierden
en la
rizada superficie
donde
tú ya no estás
¿A qué
lamentar mareas secas
si el
tumbo de las olas
arrojará
en su borde
tu
esqueleto limpio?
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