Cuando
el otoño llegue
No
vendrá de la misma manera el viento
cuando
aprenda a redoblar tambores
para
anunciar alboradas.
El
alba sabrá enunciar a tiempo la palabra exacta.
Adivinaré
la textura del cielo y el oleaje del mar
mientras
la remembranza anuncie el color del horizonte.
Tu
palabra será la misma, siempre, igual que tu sonrisa
pero
cuando pueda armonizar sonidos, estarás en Roma
o en
Praga esperando a que el reloj marque las horas.
No
habrá historia entonces, no sucumbiré a tu encanto
y
sólo seré capaz de recordar tus oquedades,
siembra
precisa para cosechar asombros cada tarde.
La
historia es otra, no hay manera de sucumbir en la zozobra
porque
el aroma de tu piel será la seña para nombrarlo todo
y de
mi estío surgirá la sola mención del mundo de los sueños.
Cuando
el otoño llegue, no estaré para escucharte
ni
mi tacto podrá recorrer la tersura de tu piel
en
medio del vendaval de sinsabores que te nublan.
Seguiré
mi viaje, sin temores. Arroparé tu cuerpo,
habrá
una despedida y avanzaré en un camino sin retornos
hasta
arribar a un puerto de abrigo, lleno de espigas y alebrijes.
El
tiempo del dolor se habrá diluido entre las sombras
y
nada podrá perturbar los sueños que nos signan
para
empezar de nuevo a nombrar todas las cosas por su nombre.
De:
“Tu piel en la memoria”
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