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Me
pedís palabras que consuelan,
palabras
que os confirmen
vuestras
ansias profundas
y
os libren
de
angustias permanentes.
Pero
yo ya no tengo
palabras
de este género.
Aceptad
mi silencio: lo mejor
de
mí. Huid del soplo que pronuncia,
en
mi boca,
la
amarga condición de lo humano.
Y,
entretanto, dejadme contemplar
el
vuelo de la ropa
tendida
en las ventanas.
De “Hilos”
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