La
luna
La
luna es sólo la luna,
y no
se parece a nada.
No
vale buscarle imágenes,
ni
tropos ni semejanzas.
Yo
acaricié aquella noche
las
breves manos doradas,
las
que ni desear pude,
las
manos nunca soñadas.
En el
río de arco iris
coreaban
mil cascadas.
No
eran laderas fluidas
de
cordilleras de agua;
no
eran tampoco caderas
de
las náyades más cándidas.
No
eran de piedra ni carne
sino
de cosa más clara,
que
sigue siendo lo que es
aunque
sea destrizada.
Eran
un poco de música
única
e inesperada.
Sus
manos eran sus manos,
en
las mías anidadas.
La
luna era incomparable,
redonda,
contenta y alta.
¡Quién
me volviera esa noche,
aunque
muriera mañana!
La
luna es sólo la luna,
y no
se parece a nada.
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