viernes, 22 de abril de 2016

JOSÉ MARÍA EGUREN



  



Es la noche de la triste remembranza;
En amplio salón cuadrado,
De amarillo iluminado,
A la hora de maitines
Principia la angustiosa contradanza
De los difuntos delfines.
Tienen ricos medallones
Terciopelos y listones;
Por nobleza, por tersura
Son cual de Van Dyck pintura;
Mas, conservan un esbozo,
Una llama de tristura
Como el primo, como el último sollozo.
Es profunda la agonía
De su eterna simetría;
Ora avanzan en las fugas y compases
Como péndulos tenaces
De la última alegría.
Un saber innominado,
Abatidor de la infancia,
Sufrir los hace, sufrir por el pecado
De la nativa elegancia.
Y por misteriosos fines,
Dentro del salón de la desdicha nocturna,
Se enajenan los delfines
En su danza taciturna.


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