Oda a la goma de borrar
Gran
cosa es tener la capacidad de retractarse.
Poseer
el combustible necesario para dar marcha
atrás.
Lucir
la valentía de desdecirse,
humillar
la petulancia
de
pretender hablar desde el púlpito de la tinta,
con un
ademán autocrítico
que
transforma los dogmas
los
yerros
la
retórica
en un
rebaño de virutas perfumadas.
Para
desandar el camino
y darle
nuevamente la palabra a la página en blanco,
se
requiere de un delicado instrumento
que es,
como la rueda
los
grandes aeroplanos
y la
caricia de la mujer amada
cuando
la soledad nos cala hasta los huesos,
invento
inapreciable.
¡Oh fe
de erratas de mi lápiz!
Cernidor
entre el trino y el resuello,
la
palabra veraz y la que hilvana
las
letras enmieladas del engaño.
¡Oh
gran antologista de vivencias!
Yo te
debo la astucia de anularle adjetivos
a las
emociones sustantivas.
Te soy
deudor de mi capacidad
de
comenzar y comenzar
nuevamente
desde cero.
Cuando
vuelvo los ojos a la pluma
al
lápiz
a la
máquina
y
después hacia ti
me
quedo meditativo
y
pienso
que el
poeta
el
verdadero
el
grande
el
profundo poeta
debe
saber oír más las palabras de su goma
que las
del artefacto con que escribe
porque
los dioses están más cerca del silencio
que del
barullo.
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