Don del poema
¡Te
traigo aquí a la hija de una noche idumea!
Negra,
de ala sangrienta y pálida e implume,
por
el vidrio que incendian los aromas y el oro,
por
heladas ventanas opacas todavía,
la
aurora se arrojó sobre el candil angélico,
¡palmas!
y cuando ya mostraba esa reliquia
al
padre que enemiga sonrisa aventuraba,
la
estéril soledad azul se estremecía.
¡Oh
arrulladora, con tu niña y la inocencia
de
tus helados pies el nacimiento horrible
acoge,
y con tu voz que viola y clave evoca.
¿Oprimirán
tus dedos marchitos ese pecho
del
que mana en blancura sibilina la hembra
hacia
labios que el aire del azul virgen tienta?
Versión de Ulalume González
de León
No hay comentarios:
Publicar un comentario