Soneto
Este
gran don Ramón de las barbas de chivo,
cuya sonrisa es la flor de su figura,
parece un viejo dios, altanero y esquivo,
que se animase en la frialdad de su escultura.
cuya sonrisa es la flor de su figura,
parece un viejo dios, altanero y esquivo,
que se animase en la frialdad de su escultura.
El
cobre de sus ojos por instantes fulgura
y da una llama roja tras un ramo de olivo.
Tengo la sensación de que siento y que vivo
a su lado una vida más intensa y más dura.
y da una llama roja tras un ramo de olivo.
Tengo la sensación de que siento y que vivo
a su lado una vida más intensa y más dura.
Este
gran don Ramón del Valle-Inclán me inquieta,
y a través del zodíaco de mis versos actuales
se me esfuma en radiosas visiones de poeta,
y a través del zodíaco de mis versos actuales
se me esfuma en radiosas visiones de poeta,
o se
me rompe en un fracaso de cristales.
Yo le he visto arrancarse del pecho la saeta
que se lanzan los siete pecados capitales.
Yo le he visto arrancarse del pecho la saeta
que se lanzan los siete pecados capitales.
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