martes, 3 de noviembre de 2020

AUSIÁS MARCH

  

 

 

Busquen las gentes fiestas con alegría...

 



Busquen las gentes fiestas con alegría,

alabando a Dios, entremezclando deportes;

que plazas, calles y deleitosos jardines

se llenen con los relatos de grandes gestas;

y vaya yo los sepulcros buscando,

interrogando a las almas condenadas,

que me responderán, pues no están acompañadas

sino por mí en su perenne lamento.

 

Cada cual busca y quiere a su semejante;

por esto no me agrada el trato con los vivos.

Al imaginar mi estado, se tornan esquivos;

como de hombre muerto, de mí toman espanto.

El rey ciprio, prisionero de un hereje,

no es a mis ojos desventurado,

pues lo que quiero jamás será logrado;

de mi deseo médico alguno podrá curarme.

 

Como Prometeo, a quien el águila come el hígado

y siempre brota de nuevo la carne,

y jamás termina el pájaro de devorar;

más fuerte dolor que éste me tiene asediado,

pues un gusano me roe el pensamiento,

otro el corazón, y de roer no cesan,

y su trabajo no podrá interrumpirse

sino con aquello que es imposible de lograr.

 

Y si la muerte no me infiriese la ofensa

-alejándome de tan placentera visión-,

no le agradecería que vista de tierra

mi desnudo cuerpo, quien no piensa perder

el placer, pues tan sólo imagina

que mis deseos no pueden cumplirse;

y si mi postrera hora ha llegado,

término tendrá también el bien amar.

 

Y si en el cielo me quiere Dios albergar,

amén de verle, para cumplir mi deseo

será preciso que allá me sea dicho

que mi muerte vos tenéis a bien llorar,

arrepintiéndoos de que por vuestra poca merced

muriese un inocente, mártir por amaros:

pues el cuerpo del alma separaría

si en verdad creyese que de ello os doleríais.

 

Lirio entre cardos, vos sabéis y yo sé

que bien puede morirse por amor;

si creéis que en tal dolor me hallo,

no os excederéis, poniendo en ello plena fe.

  

Versión de José Batlló

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