Padre
De
niña los cuervos tenían alma
dormían
en un sembradío de ojos
incubando
promesas para los ciegos
pero
llegaron tus manos ásperas e inmensas
a
asfixiarlo todo, cada semilla, cada parpado
y los
condenaste a ir por la eternidad arrancando ojos para sembrarlos.
De
niña los columpios eran cohetes
la
nostalgia se abrazaba irremediablemente a los ojos de un cometa
Me
enseñaste como arañar silencios
Descubrí
la medida que habitaba entre el vacío y tus ojos
De
niña aprendí a borrar el abandono con manchas de migajón
A
bailar desde la amnesia
El
olvido es vicio de poetas
Aquello
que no se puede dejar de deletrear
De
esperar como quien espera la muerte
Esa
diminuta franja donde Caín abraza a Abel
y
nada sucede
De
niña un diamante mágico que daba poder
Hubiera
liberado a mi cuerpo roto y diminuto del fuego
De
ser devorada una y otra vez
incluso
ahora después de muerto, sigues devorándome
Crecí
en la estirpe de los decapitados
Cuerpos
descorazonados que caen en sí mismos infinitamente
Hablando
el idioma del relámpago
Cauterizando
telegramas de consuelo
De
niña las azoteas del edificio tenían el peso de un aeroplano
eran
del tamaño de mis brazos,
el amor
olía a carne fresca en una alcantarilla.
Las
flores que se desprendían del árbol
perdían
su dimensión dentro de la casa
todo
parecía un truco de magia
donde
los hilos chillaban de tan fluorescentes
Y aun
así, todos aplaudían
De
niña quedarnos a solas era como entrar a una escuela vacía
Con
el aroma penetrante de la infancia
Tétrica
como la oscuridad que habitaba en el puño de tierra
que
deje caer sobre tu tumba.
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