Del yunque
Menos viejo que finge y parece
por lo enjuto del cutis enteco
y la ojiva que traza su curva
en su espalda, de forma de cerro,
que combaran, lo bajo del yunque
y lo duro y tenaz de los hierros;
El sufrido, paciente y sumiso
cotidiano vecino del fuego,
que en la diurna conquista del trigo
o del trapo que cubra su cuerpo,
con el duro martillo en la mano
cada día fatiga los hierros;
Sin desear nunca más de lo estricto
no aspirar lo impreciso o superfluo,
hace vida de austero cristiano,
y si el vicio ha minado su pecho,
no ha pasado de un sorbo de pipa
o una dosis de té de cafeto.
Cala blusa de género burdo,
y a pesar de lo burdo del género,
en los días de fiesta y descanso
(para él muy contados por cierto,
porque es raro el momento de calma
que no escuche del fuelle el resuello),
es su orgullo pasear por las calles
con su triste vestuario de Obrero.
Para dar una tregua al cansancio
que el trabajo da al alma y al cuerpo,
puso Dios en el páramo triste
de la vida del rústico Obrero,
junto a un ángel que es todo cariño,
cuatro o seis boquirrubios traviesos....
El conquista la lumbre y el trigo
agobiando el metal junto al fuego,
mientras ella, conforme y sumisa,
santifica el hogar con el rezo,
si es que cesa el deber de la plancha
y no falta al vestido el remiendo....
Con la aurora él madruga y se alista
y conforme, jovial y contento,
echa el negro carbón a la fragua,
y entre el humo, el bochorno y el fuego,
con la pipa encendida en la boca
y en la testa la gorra de lienzo,
¡sin descanso fatiga el martillo
hasta el sol ya al final de los cielos!
¿Y la siesta?... ¡qué pobre la goza!
Para un pan con honor es el tiempo
siempre escaso; disfrute la siesta
el que vive entre mimbres y cedros
y no ha de la fuerza del músculo
porque vive del músculo ajeno;
¡él mantenga la trémula llama
mientras haya de sol un reflejo,
que no es corta, si honrada, la lucha,
para un mísero pan de centeno...!
Algo grave interesa y preocupa
toda el alma del rústico Obrero;
ya los años van siendo no escasos
y la vida presiente su término;
si no ha sido posible la holgura
a pesar de su ardiente desvelo,
y el amor y el deber piden juntos
un hogar para madre y chicuelos,
¡hay que hacer más enorme la lucha
y más fuerte el castigo del cuerpo;
hay que hacer más extensos los días
y más cortas las horas del sueño!
Un hogar a trabajo... ¡heroísmo
noble y rara virtud del esfuerzo...!
es preciso el sudor de mil días
y una firme constancia sin término,
y hasta hacer productivo el ahorro
¡limitando tal vez el sustento...!
¡Qué de amargos y crueles dolores!
¡cuán difícil y duro el intento!
que el trabajo en producto se acorta,
y es preciso aumentar el esfuerzo;
vengan noches de crueles vigilias,
y después de vigilia y tormentos
¿el ahorro? ¡qué escaso! ¡es preciso
cien ahorros iguales al hierro...!
¡Aún resiste y resuella la fragua,
y sufrido, conforme y contento,
con la pipa encendida en la boca
y en la testa la gorra de lienzo,
sin descanso fatiga el martillo
entre el humo, el bochorno y el fuego...!
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