Arpías
(homenaje a Louise Nevelson)
Conocí
a las mujeres-pájaro la noche sin estrellas en que a mi cuerpo laso le faltó el
corazón. Llegaron agitando el aire hembras de gestos graves, alas pesadas y
cuello y rostro humanos, con plumas en los vientres. Mis venas temblaron al oír
el griterío.
De
súbito, escarbaron con sus garras mi piel y me sacaron los ojos. Querían
escudriñar en su pasado: fueron mujeres a las que ensordeció su belleza.
Furiosas y envenenadas quedaron atrapadas en el vértigo de mis ojos vacíos.
En
esos abismos las sombras forman árboles malsanos, y una ciudad doliente son los
fragmentos descoyuntados de lo que alguna vez fue la luz. Luchan por no
hundirse en la consistencia pantanosa de los humores del ojo. Los quebrantos se
notan en su rostro envejecido. Y su plumaje, sin brillo, parece una capa que
arrastra.
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