El
templo y sus caminos
Una
tinieblas que prometen y a veces amenazan abrirse. Y es difícil creer que quien
recorre tal camino no se vea acometido por el tempor y un temblor casi
paralizantes. Es la luz de un viaje más bien extrahumano, que el hombre
emprendía asomándose al lado dé allá, a ese lado al cual se supuso, cada vez
con mayor ligereza, que sólo se asoman los místicos. Es la luz que se vislumbra
y la luz que acecha, la luz que hiere. La luz que acecha en la inmensidad de un
horizonte donde perderse parece inevitable, y que hiere con un rayo que
despierta más allá de lo sostenible, llamando a la completa vigilia, ésa donde
la mente se incendiaría toda.
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