jueves, 10 de abril de 2014

GASTÓN FERNANDO DELIGNE

 

 
Al poeta José J. Pérez
 
 
Hasta la selva, donde ensayo a veces
himno sin forma, fugitiva endecha,
me llegó tu canción; y su armonía
aun repiten los ecos de mi selva.
¿Qué mucho si engañado por su acento,
finjo que en luz mi aspiración se anega;
cuando ese resplandor es el reflejo
del préstamo de luz con que la obsequias?
Así, de su abundancia se desprende,
sin vivo esfuerzo ni ostensible merma,
y en cascada de flores nos inunda
con generoso don la Primavera.
Cierto que en mis impulsos yo he sentido
lo que sentís vosotros los poetas.
Dolor ante las grandes pequeñeces
que el hombre cambia con su igual en guerra.
Asfixia entre las sordas tiranías
que han henchido la Historia y el planeta:
desdén de las sutiles distinciones
en que sin fin la sociedad se estrella.
Confusión, cuando -leño entre las ondas-
de sus pasiones insensibles presa,
no pude discernir si la arrastraba
el mar, o si su propia inconsistencia.
Ante eso, y algo más, nos detuvimos
mi mente y yo, con no fingida pena.
Ante eso, y algo más, el bien eterno
clamoreo en el umbral de la conciencia.
Cierto que cual vosotros yo he sentido
-con vehemente emoción el alma trémula-
retoñar a la vida la esperanza,
como campo que invade savia nueva.
Porque vi que aun existen, triunfadoras,
del espléndido sol la luz perpetua;
y que un simple episodio del verano
el truhán invierno con sus nieves era.
 
Porque vi que existen, triunfadoras,
con calidades blandas y risueñas,
la esperanza en el seno de los hombres,
la inmensidad, a expensas del poeta.


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