martes, 31 de octubre de 2023

OLGA ACEVEDO

 

 


 

Densos velos te cubren poesía


 

 

No es en este volcán que hay debajo de mi lengua falaz 
donde te busco, 
ni es esta espuma azul que hierve y cristaliza en mi 
cabeza, 
sino en esas regiones que cambian de lugar cuando se 
nombran, 
como el secreto yo 
y las indescifrables colonias de otro mundo. 

Noches y días con los ojos abiertos bajo el insoportable 
parpadeo del sol, 
atisbando en el cielo una señal, 
la sombra de un eclipse fulgurante sobre el rostro del 
tiempo, 
una fisura blanca como un tajo de Dios en la muralla del 
planeta. 
Algo con que alumbrar las sílabas dispersas de un código 
perdido 
Para poder leer en estas piedras mi costado invisible. 

Pero ningún pentecostés de alas ardientes desciende 
sobre mí. 
¡Variaciones del humo, 
retazos de tinieblas con máscaras de plomo, 
meteoros innominados que me sustraen la visión entre 
un batir de puertas! 

Noches y días fortificada en la clausura de esta piel, 
escarbando en la sangre como un topo, 
removiendo en los huesos las fundaciones y las lápidas, 
en busca de un indicio como de un talismán que me 
revierta la división y la caída. 
¿Dónde fue sepultada la semilla de mi pequeño verbo 
aún sin formular? 
¿En que Delfos perdido en la corriente 
suben como el vapor las voces desasidas que reclaman 
mi voz para manifestarse? 
¿Y cómo asir el signo a la deriva 
-ese y no cualquier otro- 
en que debe encarnar cada fragmento de este inmenso 
silencio? 

No hay respuesta que estalle como una constelación 
entre harapos nocturnos, 
¡Apenas si fantasmas insondables de las profundidades, 
territorios que comunican con pantanos, 
astillas de palabras y guijarros que se disuelven en la 
insoluble nada! 

Sin embargo 
ahora mismo 
o alguna vez 
no sé 
quién sabe 
puede ser 
a través de las dobles espesuras que cierran la salida 
o acaso suspendida por un error de siglos en la red del 
instante 
creí verte surgir como una isla 
quizás como una barca entre las nubes o un castillo en 
en el alguien canta 
o una gruta que avanza tormentosa con todos los 
sobrenaturales fuegos encendidos. 

¡Ah las manos cortadas, 
los ojos que encandilan y el oído que atruena! 

¡Un puñado de polvo, mis vocablos!

 

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