jueves, 6 de noviembre de 2014

JOSÉ MARÍA EGUREN




 

El mustio peregrino
Vió en el monte una huella de sangre:
La sigue pensativo
En los recuerdos claros de su tarde.

El triste, paso a paso,
La ve en la ciudad, dormida, blanca,
Junto a los cadalsos,
Y al morir de ciegas atalayas.

El curvo peregrino
Transita por bosques adorantes
Y los reinos malditos,
Y siempre mira las rojas señales.

 

 

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