Blanca piedrecita
Lo he
meditado mucho, Señor, aunque no espero
Visión
de corcel blanco o de espada en tu boca,
Estrella
o mar de vidrio —ni menos, candelero—:
Quiero
de Ti otra gracia y mi labio la invoca.
Quiero
sí un nuevo nombre: el que nadie conoce,
Únicamente
sólo aquel que lo recibe,
Para
perfeccionar en infinito goce
Lo que
apenas el alma en sus ansias concibe.
Un
nuevo nombre escrito en blanca piedrecita.
"¿Cuál
será?", me pregunto. Inútil responderme
Pues lo
susurra sólo el ángel que visita
Las
almas que Tú eliges para esta recompensa.
(Mientras
se cumple el término, el espíritu aduerme
Y la
mente imagina, discurre, trama, piensa...)
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