La cigarra y la hormiga
Cantando
la Cigarra
pasó el
verano entero,
sin
hacer provisiones
allá
para el invierno;
los
fríos la obligaron
a
guardar el silencio
y a
acogerse al abrigo
de su
estrecho aposento.
Viose
desproveída
del
precioso sustento:
sin
mosca, sin gusano,
sin
trigo, sin centeno.
Habitaba
la Hormiga
allí
tabique en medio,
y con
mil expresiones
de
atención y respeto
la
dijo: «Doña Hormiga,
pues
que en vuestro granero
sobran
las provisiones
para
vuestro alimento,
prestad
alguna cosa
con que
viva este invierno
esta
triste cigarra,
que
alegre en otro tiempo,
nunca
conoció el daño,
nunca
supo temerlo.
No
dudéis en prestarme;
que
fielmente prometo
pagaros
con ganancias,
por el
nombre que tengo.»
La
codiciosa hormiga
respondió
con denuedo,
ocultando
a la espalda
las
llaves del granero:
«¡Yo
prestar lo que gano
con un
trabajo inmenso!
Dime,
pues, holgazana,
¿qué
has hecho en el buen tiempo?»
«Yo,
dijo la Cigarra,
a todo
pasajero
cantaba
alegremente,
sin
cesar ni un momento.»
«¡Hola!
¿conque cantabas
cuando
yo andaba al remo?
Pues
ahora, que yo como,
baila,
pese a tu cuerpo.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario