miércoles, 10 de septiembre de 2025

RODOLFO HÄSLER

 

 

Lima

 

 

Descubrir el peligro convierte a la ciudad en un lugar

rutinario. El horror da la pista de lo que hay que hacer

en semejante circunstancia, pues se trata siempre de buscar

la salida más rápida en lo que la violencia tiene de aproximación

a nosotros mismos. Para convertirse en dueño del destino

hay que comer del plato del peligro, hay que masticarlo y sacarle

su jugo hasta asimilar su contrario. La tierra forma montañas doradas

y polvorientas que pisamos imponiendo el temblor de nuestro cuerpo,

el dolor de nuestro peso, y descubrimos, si miramos adelante,

que el horror, como sabe César Moro, no es más que un nudo

para ocultar debilidad. No hay que huir de la acción desconcertante,

tan solo hay que sentir que no has sido elegido. Nada

perdura con éxito infinito y la raíz de magia brota del espanto,

de su boca envenenada, en su escozor tremendo. Todos agonizamos

lentamente bajo un cielo sin sol, bajo la luz pasada por la tela

parda de la incertidumbre, y todos nos quejamos hasta lograr salir,

hasta lograr ingerir nuestro fragmento iluminado.

 

 

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