lunes, 8 de abril de 2013

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ





Eternidades



Vino primero pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño. 

Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando sin saberlo. 

Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros...
¡Qué iracundia de yel y sin sentido! 

Más se fue desnudando
y yo le sonreía. 

Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella. 

Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda.
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!


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