viernes, 25 de abril de 2014

JOSÉ JOAQUÍN PÉREZ



Areíto de las Vírgenes de Marién

 

Coro

 

Bellas hijas de Elim y del Turey,
el arieto de amor al viento dad,
y al son del tamboril y del magüey
aéreas en torno del Zemí danzad.

 

    I

 

El momento feliz en que la vida
Louquo potente e invisible creó
la raza de Quisqueya, ennoblecida,
del caos confuso, ante la luz surgió.

Cacibajagua, la caverna ardiente
que guarda en su región Maniatibel
fue la cuna inmortal de Elim luciente,
padre fecundo de la indiana grey.

En ella el germen de la tierra indiana
inmóvil, mudo, mírase flotar,
y un beso de la luz de la mañana
hizo un ser amoroso palpitar.

Convertido fue en árbol, donde el viento
llegó en torno sus alas a batir,
y las hojas nacieron de su aliento
y los campos se vieron sonreir.

Del Turey derramó vaso de aromas
sobre el árbol de vida el Gran Zemí,
y montañas, erial, valles y lomas,
todo se adorna en la naciente Haití.

 

Coro

 

Bellas hijas de Elim y del Turey,
el arieto de amor al viento dad,
y al son del tamboril y del magüey
aéreas en torno del Zemí danzad.

 

   II

 

Nació de ese árbol, en tan bella hora,
fecunda, esbelta, misteriosa flor,
castísima gemela de la aurora,
hija inocente del primer amor.

Y, a la sombra del árbol, dulce arrullo
alzaron las palomas de Marién
cuando el naciente, virginal capullo,
abrió la flor para esparcir el bien.

Pobláronse las vastas soledades
de seres mil en infinito amor,
que el inmenso confín de las edades
llenan de gloria, de virtud y honor.

El santuario del bosque, las cabañas,
que sombrean las palmeras y el bambú,
las pampas que circundan las montañas,
las vegas que regando va el Camú,

del culto de Marién ya propagado
repiten el sonoro yaraví,
mientras el perfume del aloe sagrado
lanza al aire el luciente canaí.

 

Coro

 

Bellas hijas de Elim y del Turey,
el arieto de amor al viento dad,
y al son del tamboril y del magüey
aéreas en torno del Zemí danzad.

 

  III

 

Con flores de la ígnea índica zona,
con raras conchas del caribe mar,
llevad tejida la inmortal corona
que vais a los Zemís a consagrar.

Bulliciosas, ceñidas con la pompa
del misterioso rústico jardín,
el aire vago vuesto areito rompa
y llegue al trono en que se asienta Elim.

Deslizaos, como en medio de las hojas
la tierna madre, la primera flor,
cuando sintáis vuestras mejillas rojas
al beso ardiente del primer amor.

Dejad henchirse vuestro seno altivo
cual la fruta sagrada del mamey
cuando el dardo os arroje fugitivo
el dios fecundo de la indiana grey.

El Gran Zemí es el padre de la vida;
de él nos viene la luz del corazón,
el aire puro que al placer convida,
el principio inmortal de la creación.

¡Feliz momento en que al amor se dieron
todos los hijos del Supremo Ser!
¡Felices los que -amando- se rindieron
unidos a su omnímodo poder!

 

Coro

 

Bellas hijas de Elim y del Turey,
el arieto de amor al viento dad,
y al son del tamboril y del magüey
aéreas en torno del Zemí danzad.

 

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