Labios
rojos pintados
Lánguida,
salta del columpio
y contempla sus manos delicadas.
Flor que envuelve el rocío, el sudor humedece
-una apenas neblina-su ligera camisa.
Un
visitante llega y ella, azorada, corre
-las medias arrugadas, tres horquillas perdidas-,
vuelve y al entornar la puerta, curiosa,
mientras huele un membrillo verde, atisba.
Versión
de Octavio Paz
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