Vida
de perros
¡Qué
perro tan neurótico! Solamente ladra cuando no quiere, y de pronto no ladra
cuando quiere. Debe ser un alemán o un japonés: no creo que sea un perro
gringo, pero quién sabe. ¿Alguno de ustedes, oh, mis fieles e infieles
lectores, se atrevería a decir la última palabra?
Los gringos tienen humor y sonríen como Judas Iscariote, no, más bien como San
Judas Tadeo, aunque a veces ladran y ladran y ladran sin tregua, exhibiendo o
escondiendo sus lenguas muy filudas, en un delirio que va más allá del delirio
de los japoneses y los alemanes.
¡Qué perros tan neuróticos! ¡Esquizoperros, no hay duda, oooh Virgen del
Asombro y de la Gran Cabeza, esquizoperros! ¡Qué perros tan esquizofrénicos!
De cualquier modo, es preciso ladrar cuando hay que ladrar, ladrar y seguir
ladrando, más allá de los ale-manes y los japoneses. Si no ladramos por encima
y por debajo del mundo, corremos el peligro de perder no sólo la calma sino
también la razón.
¿Quién ladra cuando habla? ¡Esquizoperros, lenguas y besos de Judas,
esquizoperros! ¿Quién habla cuando ladra?
No hay comentarios:
Publicar un comentario