domingo, 3 de junio de 2012

JOSÉ MARÍA ALVAREZ






Coral


                                  El sacrificio ha sido favorable
                                                         Aristófanes

             La gloria conquistada por los adolescentes
                                         Píndaro


El otro día, hojeando un viejo álbum
de fotografías,
                         apareciste. En una playa
que ciega el sol (seguramente,
Le Lavandou), orgullosa y alegre
                                                         sobre las brasas

de aquel Verano.

Como un pinchazo
esa imagen me trae
algo de la pasión que sacudió esos días.
Contemplé largo rato la fotografía:
tus ojos dichosos, tu boca, esa
mano que
desenfocada
parece querer tapar el objetivo.

¿Te das cuenta? No has envejecido.
Dios sabe dónde
estarás, ni siquiera si aún vives. Pero ahí,
ah cómo brilla
intacta
tu sonrisa,
los crepitantes ojos del deseo.

Te había olvidado. Pero ahora
que esa fotografía te devuelve,
me doy cuenta de cómo la memoria
                                                              generosa
te había guardado sin decírmelo
para darme algún día
este regalo. Poder casi tocar
un instante de felicidad.

Tanto se ha ido...

                                y entonces apareces
tú,
en esa playa de la juventud,
y me haces este regalo,
                                          la posibilidad
de que viva en alguien el que fui,
la imagen deseada de quien era,
esa que hasta yo mismo ya he olvidado.
Porque igual que la otra tarde tú viniste
puede que alguna vez, si tu recuerdas esos días,
de ellos emerja un joven mediterráneo y sonriendo
y recuerdes el placer de esas horas
y algo de la pasión que entonces
abrasó nuestros cuerpos
aún te toque.

Gracias.

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