Elegía
Los
que tenemos unas manos que no nos pertenecen,
grotescas para la caricia, inútiles para el taller o
la azada,
largas y flácidas como una flor privada de simiente
o como un reptil que entrega su veneno
porque no tiene nada más que ofrecer.
grotescas para la caricia, inútiles para el taller o
la azada,
largas y flácidas como una flor privada de simiente
o como un reptil que entrega su veneno
porque no tiene nada más que ofrecer.
Los
que tenemos una mirada culpable y amarga
por donde mira la Muerte no lograda del mundo
y fulge una sonrisa que se congela frente a las estatuas
desnudas
porque no podrá nunca cerrarse sobre los anillos de oro
ni entregarse como una antorcha sobre los horizontes
del Tiempo
en una noche cuya aurora es solamente este mediodía
que nos flagela la carne por instantes arrancados a la
eternidad.
por donde mira la Muerte no lograda del mundo
y fulge una sonrisa que se congela frente a las estatuas
desnudas
porque no podrá nunca cerrarse sobre los anillos de oro
ni entregarse como una antorcha sobre los horizontes
del Tiempo
en una noche cuya aurora es solamente este mediodía
que nos flagela la carne por instantes arrancados a la
eternidad.
Los
que hemos rodado por los siglos como una roca
desprendida del Génesis
sobre la hierba o entre la maleza en desenfrenada
carrera
para no detenernos nunca ni volver a ser lo que fuimos
mientras los hombres van trabajosamente ascendiendo
y brotan otras manos de sus manos para torcer el
rumbo de los vientos
o para tiernamente enlazarse.
desprendida del Génesis
sobre la hierba o entre la maleza en desenfrenada
carrera
para no detenernos nunca ni volver a ser lo que fuimos
mientras los hombres van trabajosamente ascendiendo
y brotan otras manos de sus manos para torcer el
rumbo de los vientos
o para tiernamente enlazarse.
Los
que vestimos cuerpos como trajes envejecidos
a quienes basta el hurto o la limosna de una migaja
que es todo el pan y la única hostia
hemos llegado al litoral de los siglos que posan sobre
nuestros corazones angustiados
y no veremos nunca con nuestros ojos limpios
otro día que este día en que toda la música del universo
se cifra en una voz que no escucha nadie entre las
palabras vacías
y en el sueño sin agua ni palabras en la lengua de la
arcilla y del humo.
a quienes basta el hurto o la limosna de una migaja
que es todo el pan y la única hostia
hemos llegado al litoral de los siglos que posan sobre
nuestros corazones angustiados
y no veremos nunca con nuestros ojos limpios
otro día que este día en que toda la música del universo
se cifra en una voz que no escucha nadie entre las
palabras vacías
y en el sueño sin agua ni palabras en la lengua de la
arcilla y del humo.
De “Nuevo Amor”
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