Íntima
¿Qué
soledad, Dios mío, qué soledad es esta?
He derrochado en vano mi bondad y cariño,
Como quien echa flores a un arroyo que pasa;
He puesto el corazón ante todas mis cosas,
Como escudo, y lo han roto con violencia los golpes;
He querido tener una casa en las nubes,
Donde abrir una puerta fuese ver una estrella;
Y el viento se ha llevado las nubes y los astros…
Y sin embargo tengo, como todos, un alma.
¿Qué soledad, Dios mío, qué soledad es esta?
No encuentro quien me quiera; ¿no es cierto que parece
Una frase tan solo para la poesía?
Y es la verdad: no encuentro… Yo he visto la mirada
Celeste del cariño; pero la he visto siempre
Como se ve una estrella caer sobre la tierra
Y que nunca desciende donde estamos nosotros…
He observado caricias que extenuaban dos manos;
Y he oído palabras que eran besos con nombre,
Como unos pajaritos que iban para otra selva…
Y sin embargo tengo, como todos, un alma.
¿Qué soledad, Dios mío, qué soledad es esta?
Y la vida se vuela, y la paso diciendo
Lo que dicen: -¡Qué hueco!-. En silencio me marcho.
La maldad y el desprecio, las vilezas y el odio,
No han sido mis torturas; tú, sólo, Indiferencia,
Cual hija de la nada, me cerraste la vida
Con tu puerta de mármol, a donde tantas veces
Como una aldaba inquieta golpeó mi corazón…
Tú, sorda, no sabías lo que yo te decía,
Y te pusiste el dedo en los labios: -Silencio-
Te pedí: -Deja que entre a la vida. Yo busco
Quien me quiera-. No oías y cerraste la puerta.
Y me he quedado solo, así como esos perros
Que vagan por las calles, rogando con sus ojos
Humanos, que los lleven al calor de un hogar.
Y me he quedado solo, como una hoja mustia
Barrido por el viento, en una primavera.
Y sin embargo tengo, como todos, un alma.
He derrochado en vano mi bondad y cariño,
Como quien echa flores a un arroyo que pasa;
He puesto el corazón ante todas mis cosas,
Como escudo, y lo han roto con violencia los golpes;
He querido tener una casa en las nubes,
Donde abrir una puerta fuese ver una estrella;
Y el viento se ha llevado las nubes y los astros…
Y sin embargo tengo, como todos, un alma.
¿Qué soledad, Dios mío, qué soledad es esta?
No encuentro quien me quiera; ¿no es cierto que parece
Una frase tan solo para la poesía?
Y es la verdad: no encuentro… Yo he visto la mirada
Celeste del cariño; pero la he visto siempre
Como se ve una estrella caer sobre la tierra
Y que nunca desciende donde estamos nosotros…
He observado caricias que extenuaban dos manos;
Y he oído palabras que eran besos con nombre,
Como unos pajaritos que iban para otra selva…
Y sin embargo tengo, como todos, un alma.
¿Qué soledad, Dios mío, qué soledad es esta?
Y la vida se vuela, y la paso diciendo
Lo que dicen: -¡Qué hueco!-. En silencio me marcho.
La maldad y el desprecio, las vilezas y el odio,
No han sido mis torturas; tú, sólo, Indiferencia,
Cual hija de la nada, me cerraste la vida
Con tu puerta de mármol, a donde tantas veces
Como una aldaba inquieta golpeó mi corazón…
Tú, sorda, no sabías lo que yo te decía,
Y te pusiste el dedo en los labios: -Silencio-
Te pedí: -Deja que entre a la vida. Yo busco
Quien me quiera-. No oías y cerraste la puerta.
Y me he quedado solo, así como esos perros
Que vagan por las calles, rogando con sus ojos
Humanos, que los lleven al calor de un hogar.
Y me he quedado solo, como una hoja mustia
Barrido por el viento, en una primavera.
Y sin embargo tengo, como todos, un alma.
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