XI
Voy a
confiarte, amada,
uno
de los secretos
que
más me martirizan. Es el caso
que a
las veces mi ceno
tiene
en un punto mismo
de
cólera y esplín los fruncimientos.
O
callo como un mudo,
o
charlo como un necio,
salpicando
el discurso
de
burlas, carcajadas y dicterios.
¿Que
me miran? Agravio.
¿Me
han hablado? Zahiero.
Medio
loco de atar, medio sonámbulo,
con
mi poco de cuerdo.
¡Como
bailan en ronda y remolino,
por
las cuatro paredes del cerebro
repicando
a compas sus consonantes,
mil
endiablados versos
que
imitan, en sus cláusulas y ritmos,
las
músicas macabras de los muertos!
!Y
como se atropellan,
para
saltar a un tiempo,
las
estrofas sombrías,
de
vocablos sangrientos,
que
me suele ensenar la musa pálida,
la
triste musa de los días negros!
Yo
soy así. ¡Que se hace! ¡Boberías
de
sonador neurótico y enfermo!
¿Quieres
saber acaso
la
causa del misterio?
Una
estatua de carne
me
enveneno la vida con sus besos.
Y
tenía tus labios, lindos, rojos,
y
tenía tus ojos, grandes, bellos…
De: Rimas (1887)
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