¿También escoges abril?
Todo oropel de Abril es triste causa
Y luz que en las estancias deshace las telas del invierno
-Eso lo hace algo suave-,
Tiene flores terribles,
Duran lo que dura el deseo
Y la palidez de las altas madrugadas en las vidrieras del día.
Es estanque donde reflejo los párpados del adiós,
Agua estancada y verde que asume un rostro ciego,
Sombra maldita de tejos.
Sus tormentas baten en el recuerdo,
Y mojan y lastiman e interrogan
El perfecto dominio de la memoria,
Porque, propicios, quieren
Los corazones del hombre
Acercarse a las más profundas alamedas,
Ir a la búsqueda de las extensiones del mar con su mirar azul,
Ver bajar los navíos, ansiosos de sur,
Hacia las islas invictas.
Algún día dijimos viene Abril
Y era una clara alegría como las alas de las palomas;
Los lugares del ser victoriosos y ciertos.
Entonces se hizo el augurio en los últimos jardines
Invadidos de mar, que atravesamos;
Desandamos pisadas y eran nuestros los rumbos,
Su agrio misterio.
Pido sosiego a la tarde, aposento de marzo,
Mes que viola alguno de sus olvidos,
Por escoger Abril, siempre invocado,
Por medir la memoria de los relojes de arena, tan inútil!
La música del tiempo en la exultante estación
Por sentarme a la orilla de su río secreto.
Esta es la vana jaula de un pájaro herido.
De: Pensar na tempestade
Todo oropel de Abril es triste causa
Y luz que en las estancias deshace las telas del invierno
-Eso lo hace algo suave-,
Tiene flores terribles,
Duran lo que dura el deseo
Y la palidez de las altas madrugadas en las vidrieras del día.
Es estanque donde reflejo los párpados del adiós,
Agua estancada y verde que asume un rostro ciego,
Sombra maldita de tejos.
Sus tormentas baten en el recuerdo,
Y mojan y lastiman e interrogan
El perfecto dominio de la memoria,
Porque, propicios, quieren
Los corazones del hombre
Acercarse a las más profundas alamedas,
Ir a la búsqueda de las extensiones del mar con su mirar azul,
Ver bajar los navíos, ansiosos de sur,
Hacia las islas invictas.
Algún día dijimos viene Abril
Y era una clara alegría como las alas de las palomas;
Los lugares del ser victoriosos y ciertos.
Entonces se hizo el augurio en los últimos jardines
Invadidos de mar, que atravesamos;
Desandamos pisadas y eran nuestros los rumbos,
Su agrio misterio.
Pido sosiego a la tarde, aposento de marzo,
Mes que viola alguno de sus olvidos,
Por escoger Abril, siempre invocado,
Por medir la memoria de los relojes de arena, tan inútil!
La música del tiempo en la exultante estación
Por sentarme a la orilla de su río secreto.
Esta es la vana jaula de un pájaro herido.
De: Pensar na tempestade
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