La
mujer estaba desnuda.
Llegó
un hombre,
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba
a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba
a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.
Después,
la voz, más tenue
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.
La
mujer sollozaba.
Tendió
grandes pañuelos
en las lámparas rotas.
en las lámparas rotas.
Vino
la noche.
Y la
mujer abrió de par en par
sus inexhaustas puertas.
sus inexhaustas puertas.
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