1. El asno y el cochino
A los caballeros alumnos
del Real
Seminario Patriótico Vascongado
Oh
jóvenes amables,
que en
vuestros tiernos años
al
templo de Minerva
dirigís
vuestros pasos,
seguid,
seguid la senda
en que
marcháis, guiados,
a la
luz de las ciencias,
por
profesores sabios.
aunque
el camino sea,
ya
difícil, ya largo,
lo
allana y facilita
el
tiempo y el trabajo.
Rompiendo
el duro suelo,
con la
esteva agobiado,
el
labrador sus bueyes
guía
con paso tardo;
mas al
fin llega a verse,
en
medio del verano,
de
doradas espigas,
como
Ceres, rodeado.
A
mayores tareas,
a más
graves cuidados
es
mayor y más dulce
el
premio y el descanso.
Tras
penosas fatigas,
la
labradora mano
¡con
qué gusto recoge
los
racimos de Baco!
Ea,
jóvenes, ea,
seguid,
seguid marchando
al
templo de Minerva,
a
recibir el lauro.
mas yo
sé, caballeros,
que un
joven entre tantos
responderá
a mis voces:
no
puedo, que me canso.
Descansa
enhorabuena;
¿digo
yo lo contrario?
Tan
lejos estoy de eso,
que en
estos versos trato
de
daros un asunto
que
instruya deleitando,
los
perros y los lobos,
los
ratones y gatos,
las
zorras y las monas,
los
ciervos y caballos
os han
de hablar en verso,
pero
con juicio tanto,
que sus
máximas sean
los
consejos más sanos.
deleitaos
en ello,
y con
este descanso,
a las
serias tareas
volved
más alentados.
Ea,
jóvenes, ea.
Seguid,
seguid marchando
al
templo de Minerva,
a
recibir el lauro.
pero
¡qué! ¿os detiene
el ocio
y el regalo?
Pues
escuchad a Esopo,
mis
jóvenes amados:
Envidiando
la suerte del Cochinos,
un Asno
maldecía su destino.
«Yo,
decía, trabajo y como paja;
él come
harina, berza, y no trabaja:
a mí me
dan de palos cada día;
a él le
rascan y halagan a porfia.»
Así se
lamentaba de su suerte;
pero
luego que advierte
que a
la pocilga alguna gente avanza
en
guisa de matanza,
armada
de cuchillo y de caldera,
y que
con maña fiera
dan al
gordo Cochino fin sangriento,
dijo
entre sí el jumento:
«si en
esto para el ocio y los regalos,
al
trabajo me atengo y a los palos.»
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