Descifrado en hojas de sibila
Ferviente,
ultraterreno, igual, armonizable,
bovedizo, voluminoso, estupendo
Crepúsculo
pugna por ser del tiempo la vasta
vientre-de-todo, casa-de-todo,
ataúd-de-todo
noche.
Su
córnea tierna luz amarilla devanada al oeste, su
loca hueca luz blanca colgada en la altura
Yerma;
sus primeras estrellas, estrellas príncipes,
principales, se nos ciernen,
Cielo
en facciones de fuego. Pues la tierra desata
su ser, su entrevero toca fin, divergente
o ebullente, todo a traviesa, en tumulto;
ser en ser
macerado y molido — por entero
Desacordando,
desmembrando todo ya. Bien me traes,
corazón, a cuenta
Con:
Nuestro crepúsculo nos cubre; nuestra noche
se hinche, se hinche, y nos acaba.
Sólo
las ramas y dentadas hojas dragontinas incrustan
la pálida luz con lisura de herramienta;
negras,
Tan
negras en ella. ¡Nuestro cuento, oh nuestro oráculo!
Que la vida, menguante, ah que la vida
devane
Su
otrora tejida teñida venada variedad toda en dos
husos; separa, encierra, guarda
Ahora
su todo en dos rebaños, dos rediles —
negro, blanco; bueno, malo; cuenta sólo,
atiende
sólo, mira
Sólo
estos dos; cuidado con el mundo en que los dos sólo
encontrados se revelan; con el potro
Donde
por sí atadas, por sí torcidas, sin abrigo y sin asilo,
ideas contra ideas en queja se quebrantan.
1885
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