La Mimosita
Ojos
de gacela de la Mimosita,
rizos de azabache de la Mimosita,
manos nacaradas de la Mimosita…
¿En dónde ahora están?
Sus alegres cantos, voces de la aurora,
los blandos arrullos con que a veces llora,
¿qué oídos, ahora,
los escucharán?
Las vecinas cuentan que se fue muy lejos;
que vendrá muy pronto; que no volverá…
La humilde casita de los muebles viejos,
con una herradura clausurada esta.
¡Misterio! ¿Qué habrá?
Las vecinas cuentan que se fue muy lejos;
que reia alegre; que llorando va.
Una vieja fea que se dice tía,
con ella, sin duda, cual antes, ira:
¡Pobre Mimosita! De tal compañía,
¡qué mano piadosa la defenderá!
Nadie la vera,
y esa vieja fea que se dice tía
a buenos lugares no la llevará.
¡Qué recuerdo! Un hombre de mirada aviesa
rondaba su casa, un mes hace ya.
Ella le temía; su boca de fresa
asi me lo dijo, cuando estuve allí.
¿Vendrá? ¿No vendrá?
Sin duda aquel hombre de mirada aviesa
la llevó robada, y no volverá.
Era rico el hombre. Cadenas, sortijas,
lucia con aires de fastuosidad,
y dicen que hay madres que venden las hijas,
y hombres que las compran en tan tierna edad.
¡Que perversidad!
Era rico el hombre: cadenas, sortijas,
habrán sido el precio de su castidad.
Ojos de gacela de la Mimosita,
rizos de azabache de la Mimosita,
manos nacaradas de la Mimosita,
no os quiero evocar.
Lejos de su dulce voz arrulladora,
¿quién sabe si ríe? ¿quién sabe si llora?
Mejor es, ahora,
su historia olvidar.
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