Versos
Sencillos
III
Odio
la máscara y vicio
Del
corredor de mi hotel:
Me
vuelvo al manso bullicio
De
mi monte de laurel.
Con
los pobres de la tierra
Quiero
yo mi suerte echar:
El
arroyo de la sierra
Me
complace más que el mar.
Denle
al vano el oro tierno
Que
arde y brilla en el crisol:
A
mí denme el bosque eterno
Cuando
rompe en él el Sol.
Yo
he visto el oro hecho tierra
Barbullendo
en la redoma:
Prefiero
estar en la sierra
Cuando
vuela una paloma.
Busca
el obispo de España
Pilares
para su altar;
¡En
mi templo, en la montaña,
El
álamo es el pilar!
Y
la alfombra es puro helecho,
Y
los muros abedul,
Y
la luz viene del techo,
Del
techo de cielo azul.
El
obispo, por la noche,
Sale,
despacio, a cantar:
Monta,
callado, en su coche,
Que
es la piña de un pinar.
Las
jacas de su carroza
Son
dos pájaros azules:
Y
canta el aire y retoza,
Y
cantan los abedules.
Duermo
en mi cama de roca
Mi
sueño dulce y profundo:
Roza
una abeja mi boca
Y
crece en mi cuerpo el mundo.
Brillan
las grandes molduras
Al
fuego de la mañana
Que
tiñe las colgaduras
De
rosa, violeta y grana.
El
clarín, solo en el monte,
Canta
al primer arrebol:
La
gasa del horizonte
Prende,
de un aliento, el Sol.
¡Díganle
al obispo ciego,
Al
viejo obispo de España
Que
venga, que venga luego,
A
mi templo, a la montaña!
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