viernes, 12 de junio de 2015

ELENA MEDEL


 

Sueño sucio  #1


Con apenas un año de vida, mi hija se asoma al balcón: sus
          pulmones son una pecera.
Dentro del plástico le flota una piraña; bajo la lengua, una
          brújula apunta al suelo:
el mecanismo de la vida de mi hija me vino por correo aéreo,
          desmontado.
Desde un segundo piso, mi hija disfruta con las cosas
          brillantes, los estribillos de dos sílabas, las alturas. ¡Está
          muy mayor para su edad!
Asoma su cabeza entre las rejas del balcón: tiene su mismo
          aspecto.
                                                        Se lanza frente a Él.
Contra el suelo.                        Tiene su mismo aspecto.

Esta sensación me salpica los zapatos: como si me atravesaran
          el esternón con un cuchillo y extrajesen una porción
          que se exhibiera, por los siglos de los siglos, en una
           urna, sobre un cojín púrpura;
como si nos inventásemos salmos
para recitar en el colegio, entre segundo plato y postre, yendo
          de paseo, al irnos a dormir, al decirnos te quiero y
          abrazarnos,
para limpiarte la conciencia cuando untes en tu desayuno
          tostadas con la miel de la vida de mi hija,
manual de instrucciones para amortiguar el golpe.
          Igual que tú, tiemblo.

          Ya no puedo llorar.


 

De "Tara"

 

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