El Marqués de Sade
El
marqués de Sade ha vuelto a entrar en el volcán en erupción
De
donde había salido
Con
sus hermosas manos todavía ornadas de flecos
Sus
ojos de doncella
Y
ese permanente razonamiento de sálvese quien pueda
Tan
exclusivamente suyo
Pero
desde el salón fosforescente iluminado por lámparas de entrañas
Nunca
ha cesado de lanzar las órdenes misteriosas
Que
abren una brecha en la noche moral
Por
esa brecha veo
Las
grandes sombras crujientes la vieja corteza gastada
Que
se desvanecen
Para
permitirme amarte
Como
el primer hombre amó a la primera mujer
Con
toda libertad
Esa
libertad
Por
la cual el fuego mismo ha llegado a ser hombre
Por
la cual el marqués de Sade desafió a los siglos con sus grandes árboles
abstractos
Y
acróbatas trágicos
Aferrados
al hilo de la Virgen del deseo
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