Cuando la noche va cubriendo el cielo, el mundo es nuestro... y de los dioses.
Él y yo erramos de las campiñas
la fuente, de la umbrosa arboleda a los sitios abiertos, dondequiera nos
conducen nuestros desnudos pies.
Las estrellas, pequeñitas, dan claridad suficiente paracolumbrar las esfumadas,
breves sombras que somos.
A veces, en el sigilo de la fronda baja, logramos sorprender una cierva
dormida.
Más lleno de encanto, en la noche, que otro lugar o cosa alguna, es un sitio
sólo por nosotros conocido,
que irresistiblemente nos atrae a través de la selva: un misterioso matorral,
florecido de rosas.
Nada iguala en la tierra al perfume de las rosas en la noche. Antes, cuando
vagaba sola, ¿por qué no me exaltaría?
De:
"Las canciones de Bilitis"
Versión de Enrique Uribe White
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