Principios
de febrero
No.
El
hermoso verano
no
ha terminado aún.
Nos
queda un mes para estarse en los patios
y
descalzarnos
mientras
charlamos
de
esto y aquello
sin
ton ni son.
Todavía
habrá hombres de brazos tostados
en
las calles
de
la ciudad envuelta por la noche
brotada
toda
como
un lazo de amor.
No.
No
me sostengas que no voy a caerme.
Sólo
se caen las estrellas fugaces
y yo
—te dije—
quiero
permanecer.
Un
hombre es bueno para una noche.
Cuando
amanece es un reflejo dorado
sobre
la cama donde se toma café.
Y es
agradable el olor que deja.
Dura
todo un día.
Pero
no toda la vida.
Luego
hay que descansar.
El
libro de Kavafis y el de Pavese
sobre
la mesa de luz.
Hay
que aminorar la marcha.
Sentarse
un rato a solas
en
el sillón del patio.
Mujeres:
tendríamos
que
aprender de los gatos.
¡Cómo
agradecen el tazón
que
rebosa de leche!
Falta
para el otoño.
Que
nos encuentre intactas.
Sin
habernos negado
a
estas pasiones
que
cada tanto
asaltan.
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