Los
bromistas
Mi
madre me contó que, siendo niña,
unos hombres que partían leña
cogieron una gallina blanca que pasaba por allí,
la pusieron sobre un tocón y
de un hachazo le cortaron la cabeza.
Después, dejaron que el cuerpo siguiera andando
hasta que, al cabo de unos metros, cayó muerta.
Todos se reían.
Atardecía.
Olía a resina y a tierra húmeda.
Había golondrinas. El cielo
se oxidaba como una manzana pelada.
El repicar de la campana de la pequeña iglesia
caminaba por el valle como una vaca que regresa a la cuadra.
La eternidad se lavaba los pies cansados en el arroyo.
Dónde
fuisteis, hombres que reíais,
tremendos bromistas.
¿Sois ahora la gallina decapitada?
¿O nacemos sin cabeza
y esos pasos,
esos pasos ciegos son la vida?
No hay comentarios:
Publicar un comentario