Es
preciso que mi gracia sea efectivamente de una fuerza increíble
Es
preciso que mi gracia sea efectivamente de una fuerza increíble
y que brote de una fuente inagotable
desde que comenzó a brotar por primera vez
como un río de sangre del costado abierto de mi Hijo.
¿Cuál no será preciso que sea mi gracia y la fuerza de
mi gracia para que esta pequeña esperanza, vacilante
ante el soplo del pecado, temblorosa ante
los vientos, agonizante al menor soplo,
siga estando viva, se mantenga tan fiel, tan en pie,
tan invencible y pura e inmortal e imposible de apagar
como la pequeña llama del santuario
que arde eternamente en la lámpara fiel?
De esta manera
una llama temblorosa ha atravesado el espesor de los
mundos, una llama vacilante ha atravesado el espesor
de los tiempos,
una llama imposible de dominar, imposible de apagar
al soplo de la muerte,
la esperanza.
Lo que me asombra, dice Dios, es la esperanza,
y no salgo de mi asombro.
Esta pequeña esperanza que parece una cosita de nada,
esta pequeña niña esperanza,
inmortal.
Porque mis tres virtudes, dice Dios, mis criaturas,
mis hijas, mis niñas,
son como mis otras criaturas de la raza de los hombres:
la Fe es una esposa fiel,
la Caridad es una madre, una madre ardiente, toda corazón,
o quizá es una hermana mayor que es como una madre.
Y la Esperanza es una niñita de nada
que vino al mundo la Navidad del año pasado
y que juega todavía con Enero, el buenazo,
con sus arbolitos de madera de nacimiento, cubiertos
de una escarcha pintada,
y con su buey y con su mula de madera pintada,
y con su cuna de paja que los animales no comen
porque son de madera.
Pero, sin embargo, esta niñita esperanza es la que
atravesará los mundos llenos de
obstáculos.
Como la estrella condujo a los tres Reyes Magos
desde los confines del Oriente, hacia la cuna de mi
Hijo,
así una llama temblorosa, la esperanza,
ella sola, guiará a las virtudes y a los mundos,
una llama romperá las eternas tinieblas.
Por el camino empinado, arenoso y estrecho,
arrastrada y colgada de los brazos de sus dos
hermanas mayores,
que la llevan de la mano,
va la pequeña esperanza
y en medio de sus dos hermanas mayores da la sensación
de dejarse arrastrar
como un niño que no tuviera fuerza para caminar.
Pero, en realidad, es ella la que hace andar a las otras
dos,
y la que las arrastra,
y la que hace andar al mundo entero
y la que le arrastra.
Porque en verdad no se trabaja sino por los hijos
y las dos mayores no avanzan sino gracias a la
pequeña.
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