jueves, 13 de febrero de 2014

TOMÁS SEGOVIA


  

Tus ojos que no vi nunca en la vida



Tus ojos que no vi nunca en la vida
turbarse de deseo, ni saciados
dormirse tras la entrega, ni extraviados
mientras gimes loca y sacudida;
tu oreja, dulce concha adormecida
que no alojó a mi lengua de obstinados
embates de molusco; tus negados
cerrados labios de piedad prohibida.
que hurtan tu lengua, rica pesca extrema,
ni fueron nunca abiertos la diadema
de coral húmeda y abrasadora
que por tu rey mi miembro coronase:
yo mismo en todo esto, hora tras hora,
mi muerte fundo y a mi mal doy base.


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