domingo, 24 de enero de 2016

MANUEL LOZANO



  
Ánimas



Música triste y de abandono
para los vestigios de un niño muriente
en su lecho de cuarzo rojo;
para las llagas que ahorcan donde el latido
cuando sopla el abandono
como ruinas de la marioneta;
para el abrazo en fuga de su desnudez.
En un brillo hueco te somete la fiebre.
Lo frío babea un teatro desde el hombre:
Tierra madre, tierra vértigo, mendiga tierra
claveteando telarañas
hasta alcanzar el vientre fúnebre del asco.
¿Y la sombra de mi cerebro pagando su hambre
de caliente derrota sin olvido?
Se ensucia la cara con el día
y me hablas de la puerta inocente
que viene desde el fuego.
Se nutre de niebla este escenario,
de lágrimas filosas como uñas desprendidas
de tardanzas, apenas el naufragio.
¿Qué diferencia perdura
de los jóvenes dioses que velaban por ti?
(Alguien sube en la muerte
como ramera enloquecida
a golpear en su grito.)
¿Y a mí qué me reclamaría jaula
en el alto desierto?
Un poco más cerca,
los hijos de amargura venden su transparencia.
¿Y por eso tallas la música
al deseo de las ánimas,
al escalofrío del bosque?
Deja entrar las plumas de tu sangre.
En esta noche hubo esfinge. 



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