martes, 25 de junio de 2019

ISMAEL LARES



  

Corrido



Alguna vez viví
en una ciudad sin polvo, sin caballos.
Sólo ruinas debajo de más ruinas.
Una nube inmensa, un algodón violeta,
eran todo cielo sobre nuestros hombros.
La ciudad respiraba con esfuerzo
el aire tóxico del nostro pecho.
Árboles en los parques, en las avenidas:
verdes inmigrantes que aún deambulan
sin respiro ni viento, sólo grises aromas.
Árboles en los cementerios de árboles,
lagos en los parques y basura en los parques:
decoración kitsch para la modernidad.

Tuve un lindo apartamento en aquella ciudad.
Recuerdo la Colonia del Valle
con su voz turgente levantando edificios:
uno femenino, mexicana;
el otro más culino que un hotel, wtc.
Ay mi colonia, mis calles esquinadas,
La Morena entrepiernada con Adolfo
y el Prieto apretando sus nalgas con fuerza.
Dos esquinas adelante,
Enriqueta Ochoa me sabía poeta
cada vez que iba en bicicleta
y giraba y giraba y ella nomás reía.

¡Ay, mi ciudad!
Ahora polvo y palmeras y nuevos recuerdos.
Pero aún así me levantaré
con un polvoriento barrer de palabras,
con pasito, banda o norteño
en éste poema-corrido-recuerdo.


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