In memoriam
Madre
del alma, madre: Es la hora en que pienso
las
cosas más amargas. De par en par abierto
está
el ensobrecido palacio del recuerdo.
Por
las desiertas salas, bajo los sacros techos,
la
vieja pompa es humo; toda la casa, un hueco;
y
en el hogar, tú sabes, que es ya ceniza el fuego.
Así
es la vida: polvo. Menos que polvo: viento.
Menos
que viento: sombra. Menos que sobra: un eco.
Acaso
un eco inútil. ¡O todavía menos!
¿Qué
me quedó siquiera de tus sagrados besos?
¿Qué
me quedó de aquellas caricias de otro tiempo?
Polvo
en la frente... ¡Vana ceniza entre los dedos!
¿Qué
me quedó siquiera de tus postreros besos?
Contigo
se callaron. Contigo se durmieron.
—También
los enterramos, dirá el sepulturero.
Por
el callado alcázar de mi recuerdo, yerro.
Contémplanme
las quietas cariátides de yeso,
y
hay una que interroga: —¿Qué quiere acá, ese muerto?
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