Almena
La
tarde como valle macilento
y
en ella tú la sonrosada nube;
bruma
este amor calladamente sube
del
claro río de mi pensamiento.
A
tus manos desciende el firmamento
y
de tus venas el color asume,
y
se duermen la zarza y el perfume
de
tu sonrisa al tenue movimiento.
¡Oh
la clara dulzura de mirarte
callada
sonreir, Dama cautiva,
impasible
en su diáfano baluarte!
¡Oh
la caricia inmóvil que furtiva
ondea
como cándido estandarte
de
tu esplendor sobre la almena viva.
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