lunes, 15 de marzo de 2021

MANUEL SOSA

 

  

 

Las presencias

 

 

Nunca nos dejan a solas.
Lo sé por esa mano invisible
que nos retiene un instante
antes de pisar el vacío.
Lo sé por esa certeza inexplicable
de que las imágenes no bastan
y que toda verdad, siendo prístina,
no es para decir en alta voz,
sino para atesorar.

 

Nunca nos dejan a solas.
Un rostro nebuloso nos acecha
desde las viejas fotografías.
Un impulso de confesarnos antes del viaje
nos hace mirar por entre cada grieta
y cada intersticio.
La eventualidad, las convergencias,
las señales que pervierten a un signo
nos hacen doblar la página
y sumergirnos en el temor
de haber juzgado
a quien era juez y redención.

 

Esa breve felicidad
que puede ser el entrelazamiento de los verbos,
el misterio de sobreponerse a lo transitorio:
fragmentos como escalas
que los propios torreones dispensan
para escapar con el día.
Todo es presencia, todo es comitiva
que astutamente nos imanta.

 

Nunca nos abandonan.
En el candil arden las voces
y los tañidos
que resisten a esfumarse.

 

Nunca estamos solos
y somos salvos en ese desconocer
y en las obras que pulimos silentes,
sin esperar recompensa,
creyéndonos solos.

 

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