conversación
en tiempo de bolero
Traspones
el umbral mesándote una sien y por
tercera acción elogiar el arabesco de
su bata de batista. Descifras allá atrás aquel bolero rancio
como supervivencia del abismo medieval. Inestable
de ver negro, su debacle de matices, mixturas en un
vaso quebraduras de agua helada y espesor de un
carburante; reclinas la cabeza. La observas
prolongando a brochazos el fulgor: la quemazón
del bosque, la desaparición (extraña) del sentido en
favor del sinsentido y en gruesos astillones, por
afán calefactor.
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