Al
remo
¡Al remo! Aquí está todo. En tu barquilla
ojos alerta y el deber por norte,
mima y guarda tu propia e íntima corte,
nombre y hogar, sin mancha ni rencilla:
¡Y remar! Que si el mundo te acribilla
tu obra, tu amor, tu mundo te conforte;
ni hay mal que el tiempo alígero no acorte
cual borra las visiones de la orilla
Si el agua corre al mar, y tú con ella
a otro más hondo, y ya llegó la tarde,
y ya la noche mística destella,
dale aún al remo, nada te acobarde.
Que al derrumbarse tu onda en el abismo
quien te aguarda no es él, sino Dios mismo:
Dios que sordo a gruñidos de blasfemo
te
oyó invocarlo humilde al son del remo
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