Tiempo
La
noche se rompía en nuestras manos.
Nos sitiaba el invierno.
Nos sitiaba el invierno.
Y tú
estabas allí, desde la almena
de unos ojos adversos,
de unos ojos adversos,
engañándome,
irguiéndote, llamándolo.
Sin palabras. Sin gestos.
Sin palabras. Sin gestos.
En tu
mirada, un río de diamante
me arrojaba, sin cólera, del tiempo.
me arrojaba, sin cólera, del tiempo.
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