Inferno V
En las altas horas de la
noche, desperté de pronto a la orilla de un abismo anormal. Al borde de mi
cama, una falla geológica cortada en piedra sombría se desplomó en
semicírculos, desdibujada por un tenue vapor nauseabundo y un revuelo de aves
oscuras. De pie sobre su cornisa de escorias, casi suspendido en el vértigo, un
personaje irrisorio y coronado de laurel me tendió la mano invitándome a bajar.
Yo rehusé amablemente,
invadido por el terror nocturno, diciendo que todas las expediciones hombre
adentro acaban siempre en superficial y vana palabrería.
Preferí encender la luz y me
dejé caer otra vez en la profunda monotonía de los tercetos, allí donde una voz
que habla y llora al mismo tiempo, me repite que no hay mayor dolor que
acordarse del tiempo feliz en la miseria.
De: “Prosodia”, en Bestiario.
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